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La Danza como Patrimonio Cultural Intangible de Corea


(publicado originalmente por la Administración del Patrimonio Cultural de Corea)



I. Géneros


Seungmu, Danza del Monje

(Patrimonio Intangible No. 27)


Seungmu, la elegante danza del monje, ha sido por largo tiempo la pieza de danza favorita del repertorio clásico. Su origen es irrecuperable ya que existen tantas historias al respecto. La historia comienza con una mujer del entretenimiento profesional del siglo XVI quien decide seducir a un monje de carácter noble. Ella se disfraza con una túnica budista con capucha, se presenta ante el monje con el impactante espectáculo de una danza de tambor, y se desnuda al final. El monje se resiste inicialmente pero finalmente capitula en total éxtasis. La danza del monje entremezcla en patrones altamente formalizados un matiz de pasión erótica con la devoción pura a Buda.


Con el paso del tiempo la danza del monje se convirtió en algo más mundano. Hacia 1910 los bailarines profesionales de los centros de entretenimiento establecieron la forma que vemos en la actualidad. Los principales ciclos rítmicos son yeombul y dodeuri de 6/4, gutgeori de 12/8 y taryeong de 3/4. Cuando se crea mucha tensión el tambor se acelera hasta en cuádruple hwimori (4/4) y el rápido jajinmori (4/4). Se dan siete cambios de ciclo rítmico. Los instrumentos acompañantes son un conjunto de samhyeonyukgak de tres cuerdas, el geomungo, gayageum y dangbipa, mas parejas de buk, janggo, haegeum, piri y taepyeongso. En ocasiones tan solo un percusionista se sienta detrás de un pequeño escenario. Existen varios puntos de vista acerca de los que el tambor representa. Algunos argumentan que este describe el curso de la obtención de la iluminación. Otros lo interpretan como la personificación del dilema de los placeres terrenales.


Como alas blancas de un ave que se agita desde un árbol dosel, el bailarín trae el éxtasis eterno de Buda a los seres mortales. Los intérpretes expertos consideran la danza del monje como la cúspide del repertorio de danza clásica, ya que esta requiere del máximo nivel de técnica y refinamiento.


El bailarín lleva puesta una delicada capa con capucha y con mangas largas, tan largas que parecen tocar el techo, haciéndolo lucir más alto de lo que es. La belleza especial de esta danza proviene del esfuerzo que hace el monje por liberar su espíritu soltando y conteniendo la energía. Las largas mangas contribuyen en gran medida a la estética. La decoración del escenario es muy sencilla y prácticamente no emplea escenografía ni ningún elemento adicional. El bailarín lleva una baquetas envueltas en las mangas. Estas ayudan a que los patrones coreográficos sean angulares y también se usan para la sección en donde se interpreta el tambor.


La coreografía está dividida en cinco secciones únicas, y en todas ellas se funden la poesía, la quietud, y el poder viril en una forma desconocida en otras piezas clásicas. En la primera sección, yeombul, el bailarín hace uso de movimientos lentos y largos, dibujando curvas gentiles con sus mangas. Esto desemboca en movimientos ágiles y amplios en la sección taryeong. Con movimiento corporales dinámicos, el bailarín en forma vigorosa se agacha y salta en un estado trascendental. A medida que el ciclo rítmico cambia a gutgeori, acentúa posturas fascinantes de elegancia refinada. En la sección de la danza del tambor, siguiendo el ritmo de 12/8 de dang-ak, el bailarín saca las vaquetas de sus mangas. Luego con movimientos dramáticos redondos de las vaquetas alrededor de las cuñas de madera de la circunferencia del tambor, acelera gradualmente hasta un crescendo impresionante de percusión. El calor de la pasión es luego atenuada con los movimiento tranquilos del final, la sección de danza gutgeori.



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